Cultura retro: Chuches de los 80 y 90.

  ¡Saludos, oh buena persona lectora que vives en el universo al otro lado de la pantalla!

  Vaya, desde luego ha pasado un tiempo desde la última vez que pude publicar un nuevo post, pues en las últimas semanas estuve bastante liado con varios temas ajenos a mi voluntad que me han impedido ponerme manos a la obra con el blog (“vida adulta” dicen que se llama). Por lo que te pido disculpas al no seguir con la periodicidad acostumbrada.

Menos mal que al fin se han dado las circunstancias adecuadas para tener nuevamente el placer de escribirte. ¡Ya tenía ganas y me hace mucha ilusión saber que estás ahí leyendo estas líneas!

  Como ya habrás visto por el título del presente post, hoy te traigo un tema de lo más apetecible con las chuches que disfrutamos en nuestras infancias. Pues si bien es importante mantener una dieta equilibrada comiendo de todo en su justa medida (cuídate mucho por favor), bien cierto es aquello de que “a nadie amarga un dulce”. Y es que disfrutar de una golosina es un placer ocasional al alcance de cualquiera que además puede ser toda una fuente de bellos recuerdos.

  Al plasmar para ti todo esto, no puedo evitar rememorar aquellos años de mi niñez en que aún no peinaba canas y como en mi Ciutadella natal había varios locales emblemáticos a los que acudíamos alegremente la chavalarería de la época para fundirnos buena parte de nuestras pagas en nuestras chucherías favoritas. Muchos de ellos, como Ca n’Agustí, el quiosco en la Plaça de ses Palmeres ola tienda al lado del santuario a María Auxiliadora los recuerdo con especial cariño… pero ninguno tanto como Sa Catalana de la Plaça Sant Antoni. Pues todos los sábados por la tarde acudía con mis padres y mi hermana a dicho establecimiento para aprovisionarnos de pequeños manjares con intención de disfrutar luego toda la familia con alguna de las cintas de vídeo que el día anterior habíamos alquilado en el videoclub del Camí Sant Nicolau en lo que era nuestro ritual de cada semana. Fue en dicha tienda de Sa Catalana donde descubrí delicias tales como los tubos de pica pica, los regalices de sabor melocotón (que aún me siguen chiflando), las moras de gominola o las canicas de caramelo Fiesta. Diminutos manjares todos ellos que se convirtieron en mis preferidos.

Imagen obtenida del muy recomendable Instagram @NostalgiaDeLos80s. ¡Se me hace la boca agua solo con ver la foto!

  En resumen: seres queridos, una buena peli y una bolsa con picoteo. ¡Eso era la felicidad!

  Sin embargo, y aunque en la época de Naranjito las chucherías y caramelos de toda clase estaban a la orden del día, resulta que el tema de los dulces es de lo más antiguo.

 De hecho, se sabe que nuestros antepasados prehistóricos ya consumían directamente los panales de miel o recubrían con ella varios alimentos para su conservación, además suponer un aporte de energía fácil de transportar durante largos trayectos. Aunque hay varias fuentes que señalan a los médicos sumerios como los pioneros en el asunto, ya que estos recomendaban pequeñas pastillas de bicarbonato con miel y menta para la indigestión. Práctica parecida a la que llevaban a cabo los egipcios alrededor del año 2000 a.C., ya que este pueblo ideo el añadir frutos secos, especias o dátiles (y hasta licores destilados de la “glycyrrhiza” o planta de regaliz) a la miel para crear piezas individuales que luego eran usadas como ofrendas a las divinidades, e incluso como tratamiento para la tos entre otras dolencias. Por otra parte, y casi al mismo tiempo (siglo arriba siglo abajo), los griegos recurrían a una técnica similar al añadir pétalos de flores e incluso rudimentarios siropes obtenidos de frutas como los higos a la miel antes de consumirla. Vamos, que hasta ciertos pueblos asiáticos y los romanos, quienes acuñaron el término calamellus (literalmente caña pequeña) en referencia a la forma que daban a sus dulces, cayeron en la práctica de preparar pequeños aperitivos horneados.

La faraonada de la época poniéndose hasta arriba de frutos secos con miel. ¡Pssst, pasarme uno porfa!

  Con el paso del tiempo, estas técnicas se extendieron por diversas regiones del mundo hasta el uso de la caña de azúcar alrededor del año 950 a.C., momento en que los árabes la refinaban artesanalmente con propósitos estéticos. Pero quienes finalmente montaron la primera refinería de este material con intención de consumir el producto de dicha planta fueron los antiguos hindúes, allá por el año 250 a.C.

  ¡Habían nacido los primeros caramelos de azúcar sólido de la historia! Y la humanidad se rindió sin condiciones a su encanto.

¡Cosa fina mandarina! Eso tiene que estar de vicio.

  Así, los persas e hindúes introdujeron este producto en Europa, donde los dulces recuperaron su propósito farmacéutico al mezclar el azúcar derretido con ciertas hierbas medicinales durante la Edad Media, siendo la exportación de esta materia prima tan cara que solo estaba al alcance de la nobleza. Aún así, los venecianos iniciaron la exportación del azúcar ya refinado al resto del continente (especialmente en Inglaterra y posteriormente a las colonias americanas) para ser vendido como producto de lujo en boticarias y especierías allá por el siglo XVI. Lento pero imparable, la expansión de estos primeros caramelos siguió en aumento a medida que la materia prima bajaba de precio hasta que a mediados del siglo XIX empezaron a ser comunes las tiendas de caramelos de forma muy parecida a como los conocemos hoy en día. Según un cálculo aproximado, y para que te hagas una idea, se estima que alrededor del año 1800 había cerca de 400 fábricas que mezclaban el azúcar derretido con hierbas medicinales, limón o miel entre otros ingredientes, para ser vendidas en tarros de cristal. Eso cuando no eran las mismas tiendas quienes los elaboraban artesanalmente derritiendo el azúcar, dejándolo solidificar y cortando cada pieza a mano. Hasta que por fin, y ya con la incorporación de maquinaria industrial que los producía en masa, los caramelos terminaron siendo un placer que por primera vez estaba al alcance de todo el público hasta llegar a hasta nuestros días, en que por cuatro perras te llevas una bolsa entera.

Dulces en los clásicos tarros de cristal.

  Bufff… ¡madre mía como me he liado esta vez! Se nota que echaba de menos escribirte.

  Sin más dilación, y tras esta introducción que igual se me ha ido un poco de la mano, te animo a que me acompañes en un viaje en el que recordar aquellos diminutos manjares que disfrutamos en los años 80 y 90.

¿Te vienes?

En caso afirmativo, solo me queda recomendarte que respires profundamente, quítarte los zapatos, poner los pies en alto si te es posible, y  acompañar la lectura con una agradable bebida a tu elección, pues el portal a través del tiempo que he preparado para ti ya está abierto y solo falta que te animes a cruzarlo.

Nuevamente, es todo un placer darte la bienvenida a Tallopis Escribe.

 ¡Espero que lo disfrutes!

Érase una vez un balón de fútbol y un caramelo musical

Para nuestra primera parada en este periplo tenemos que remontarnos hasta el año 1950, momento en que un joven llamado Enric Bernat Fontlladonosa recién terminaba la mili y decidió abrir su primer negocio. Pero, ¿a qué iba a dedicarse alguien con tres generaciones de confiteros sobre sus espaldas? Pues para sorpresa de nadie abrió un puesto de almendras confitadas… y es que la cabra siempre tira hacía el monte, mire usted.

Y aunque las cosas no le iban mal, este humilde negocio terminó cerrando la persiana cuatro años después cuando al amigo Enric se le presentó el empresario Domingo Massanes para proponerle una suculenta oferta laboral: dirigir la empresa Granja Asturias. Puesto en el que tampoco estaría mucho tiempo, pues al poco empezó a trabajar como representante de la empresa confitera suiza Reñé.

Pero al llegar el año 1956, nuestro protagonista Enric sería testigo de un acontecimiento que desembocaría en algo increíble y sensacional que daría la vuelta al mundo entero para perdurar durante décadas: observó a un niño comiendo un caramelo.

¡Niño, ponte un babero que te vas a manchar!

Al parecer, el chaval estaba disfrutando alegremente de la golosina… quizás demasiado, pues constantemente se lo sacaba de la boca y acabo por pringarse totalmente tanto las manos como la ropa. En un principio a  Enric se le ocurrió, como quien no quiere la cosa, que tendría gracia que los caramelos se pudieran comer con tenedor. En este momento le vino la inspiración divina, ¿y si en lugar de usar un tenedor los caramelos llevaran un palo con que sujetarlo sin mancharse y fueran redondos para adaptarse mejor a la forma de la boca?.

Tras este pensamiento Enric se vino arriba que no veas. Tanto, que invirtió una buena pasta en comprar la patente a Reñé con intención de abrir su propia empresa en Villamayor (Asturias), a la que llamó Productos Bernat. Acto seguido, bautizo a su invento con el nombre comercial de Gol, ya que Enric solía decir que el caramelo entrando en la boca le recordaba a un balón de fútbol colándose en la portería.

Dicho y hecho. El Gol empezó a comercializarse en cinco sabores distintos: Menta, limón, fresa, cola y naranja.

Sin embargo, aquel nombre no parecía entusiasmar al mercado extranjero, por lo que nuestro emprendedor decidió contactar con una empresa publicitaria ubicada en Barcelona y que propuso un cambio de nombre para el caramelo además de componer una cuña publicitaria para radio que caló muy fuerte entre los oyentes. Tanto, que a día de hoy el invento de Enric se sigue comercializando con el mismo nombre que surgió a raíz de todo esto. ¿Pero como sería dicha publicidad para impactar de esta manera entre el público? Seguramente pensarás con esta sagacidad que te caracteriza… aunque estoy casi seguro que te la ves venir… pues el nombre del producto pasó a ser Chups, (¿quizás por la onomatopeya de lamer que aparecía en los cómics?), y la publicidad invitaba literalmente a “Chupar un Chups”.

Fue tal el éxito de esta singular campaña de marketing que las ventas subieron como la espuma y Enric decidió que cambiaría el nombre de su empresa a Chupa Chups S.A.

Era el año 1962 y había nacido una estrella. Pero no era una estrella cualquiera, pues su logo sería diseñado por el mismísmo Salvador Dalí ¡casi nada!.

Enric Bernat con su creación.

Y ojo cuidado, porque su gama de productos no se quedó ahí. Pues aparte de ampliar notablemente la gama de sabores disponibles para Chupa Chups con el paso de los años, en los ochenta nos llegó un producto de esta empresa que causaría sensación entre los chavales y dolores de cabeza a sus padres.

Porque a ver, ¿Qué hay mejor que un dulce para un niño? Pues gozarla a lo grande armando jaleo (que todos hemos sido peques y hasta el más tranquilo gozaba de lo lindo haciendo ruido… anda que no). Por lo que mezclando ambos conceptos obtenemos ¡un caramelo con forma de silbato que funcionaba de verdad! Llegaba así el PitaGol, cuyo éxito le otorgaría el privilegio de ser nombrado en la canción Rock en Samil de la banda Siniestro Total, y llegar al punto en que más tarde aparecieran dos nuevas versiones de tan popular chuchería: una de color azul que teñía la boca (el Pencil Pops), y otra en que el palo fue sustituido por un tubo de plástico en cuyo interior se encontraba un embolo muy fino y que, al soplar por el caramelo al mismo tiempo que tirábamos o empujábamos de dicho embolo, se producían distintas notas musicales. ¡Y encima venía con una pequeña  partitura!. Este no era otro que el Melody Pops, que contó con toda una serie de divertidos anuncios que dispararon aún más su popularidad a nivel internacional, como demuestran los comerciales emitidos en Estados Unidos en 2022 o en Francia durante los ochenta.

¡Arbitro, penaltyyyyy!
¿Podré sacar el «Thunderstruck» de AC/DC con este chisme?

Después de todo, ¿a quien no le va a gustar un caramelo que a la vez es un silbato o te pinta la lengua? ¿A quien no le va a gustar?

La agridulce historia de los salvavidas más pequeños del mundo

¿Te acuerdas de los Chimos? Venían en paquetes de 14 unidades con cinco sabores frutales puestos al azar, aparte de mostrar de otros formatos como los Chimos Chispeantes, Chimos Mints o los Chimos de goma. Y según su pegadizo anuncio televisivo, eran “un agujero rodeado de buen caramelo que gustan a un montón de gente”.

Lo cual no era ninguna mentira, pues estaban realmente buenos aparte de ser un pequeño manjar de bolsillo muy popular en la España de los años ochenta y noventa. Vamos, que es una verdadera lástima que esta original chuchería tan nuestra dejara de comercializarse y lo más parecido que tengamos actualmente sea un sucedáneo de nombre “LifeSavers” importado de Estados Unidos, ¿no te parece?

Caramelos LifeSavers. Desde luego, si uno no se fija dan el pego.

Pues… aunque esta idea sea bastante extendida,  lo cierto es que eso no es exactamente así.

De hecho, los Chimos eran la versión española de los LifeSavers, y no al revés, ya que estos últimos eran el producto original (por así decirlo) y América del Norte su país de origen, siendo puestos al mercado entre el año 1910 y el 1912 por el gigante empresarial Wrigley. Mientras que nuestros queridos Chimos fueron obra del holding empresarial español Agrolimen (fundada en 1964 por el empresario Luis Carulla). Más concretamente por su división dedicada a los dulces General de Confitería, que empezó sus andanzas en 1977.

Es más, gracias a General de Confitería no solo pudimos disfrutar de estos populares caramelos sino también de los Solano entre otros productos (como veremos más adelante). Esta división de Agrolimen siguió su trayectoria hasta que en 1999 pasó de llamarse General de Confiteria a Joyco, siguiendo una buena racha de ventas.

¿Quién dice que las imágenes no tienen sabor?

Vaya, que las cosas no les iban nada del todo mal.

Pero entonces llegamos al año 2004, en que la ya mencionada empresa Wrigley compró Joyco por una cifra aproximada de 200 millones de euros con intención de adentrarse en el mercado asiático y europeo. Pero lo que terminaron haciendo es montar un pifostio que no veas: cierre de fábricas y centros I+D, deslocalizaciones a lo bestia en busca de mano de obra más barata, meter mano a varias subvenciones de la Unión Europea para el fomento industrial, y por supuesto la apropiación de todas las marcas registradas de Joyco, conservando algunas para que siguieran disponibles al público y descontinuando la comercialización de otras… como fue el caso de los Chimos, que al ser mejores en sabor que los originales LifeSavers eran un peligro para su venta en otros países. Así que Wrigley no dudó en quitarlos del medio siguiendo la máxima empresarial de “si no puedes combatirlos en calidad, cómpralos y luego te los cargas”.

Los cabezones “acuáticos”

Remontémonos ahora hasta el año 1897, pues en la ciudad austríaca de Leonding nacía nuestro siguiente protagonista: el señor Eduard Haas III. Puede que este nombre no te suene mucho a bote pronto, pero créeme si te digo que muchos niños, y no pocos adultos de todo el mundo durante varias generaciones, le deben muchos dulces recuerdos.

Con apenas 18 años, y emprendedor como él solo, el amigo Eduard empezó su propio negocio tras perfeccionar la fórmula de levadura en polvo que había heredado de su abuelo. Elaborando así un curioso producto que dio mucho de que hablar en la sociedad austríaca de la época: las bolsas Hasin para hornear bizcochos, que muy posiblemente sea la primera mezcla comercial de la historia para hacer pasteles.

Eduard Haas III. Si hasta tiene cara de buena persona y todo.

Sin embargo, ignorándolo él pero sabiéndolo nosotros, este hombre estaba destinado a dar el gran pelotazo en el mundo de las golosinas.

En 1918, y en vista de que su anterior producto se vendía tan bien, decidió dar un paso adelante al elaborar unas pequeñas pastillas con ayuda de un químico conocido suyo y prensando en frío las hojas de menta previamente mezcladas con azúcar. La idea era buena, ¿pero qué nombre debía dar a su nuevo producto? Tras pensarlo decididamente, tomó la palabra alemana para menta, pfefferminz, y la abrevió como PEZ, empezando así a comercializar su nuevo producto en 1927.

¿Había nacido una estrella en el mundo de los dulces?… pues, todavía no.

De hecho, la idea inicial de Eduard no era crear los famosos caramelos que conocemos en la actualidad, sino ofrecer una alternativa a quienes deseaban dejar de fumar. De este modo, su creación empezó a venderse en pequeñas latas bajo el slogan “Smoking Prohibited. PEZ-ing Allowed” (Prohibido fumar. Se permite PEZ), las cuales tuvieron un notable éxito y en apenas ocho años pudo abrir una fábrica en la entonces Checoslovaquia. Pero ojo cuidado que ahora viene algo bueno, pues Eduard consideraba que el formato de su invento no era muy higiénico que digamos (especialmente de cara a los obreros de las fábricas y la construcción), por lo que le pidió al inventor Óscar Uxa que diseñara algún método para facilitar el consumo de los PEZ,  y a Uxa no se le ocurrió otra cosa que idear un pequeño dispensador alargado en forma de mechero.

Publicidad con la figura de The PEZ Lady sosteniendo uno de los dispensadores.

Entre esto, y la campaña publicitaria que siguió, el público se volvió loco con esta original manera de consumir los PEZ y las ventas se dispararon hasta tal punto que fue necesario abrir otra fábrica en Saint Martin (Austria), amén de inaugurar unas nuevas oficinas en Nueva York en 1953. Momento en que al amigo Eduard se le ocurrió que era un buen momento para hacer el producto más atractivo para los niños añadiendo sabores frutales a sus caramelos, además de otorgar un aspecto basado en personajes populares infantiles, como Popeye o Papá Noel, a los dispensadores. Y ojo a la filigrana, que no contento con esto, en 1962 firmó una colaboración con Disney para que los dispensadores PEZ llevaran la imagen de varios personajes pertenecientes la compañía del ratón más famoso del mundo.

Ahora sí que sí, había nacido una estrella.

Los dispensadores PEZ no solo pegaron muy fuerte en los ochenta y noventa, aparte de que cada vez era mayor la cantidad de personajes famosos cuyas cabezas coronaban los dispensadores, sino que actualmente existe todo un mercado de coleccionismo con ferias mundiales (como la que tuvo lugar en Barcelona en 2021), eventos artísticos, buscadísimas piezas de edición limitada y hasta colecciones privadas con más de 4000 ejemplares distintos.

Si llego a encontrar uno de Doctor Extraño me lo pillo fijo. Pero el de Hulk tampoco está mal.
Dispensadores PEZ en la Feria de Coleccionismo de Barcelona (año 2021). ¡Me encanta el de Mr.Bean! Pero los de One Piece son una pasada.

Para rizar el rizo, la página oficial de los caramelos PEZ te ofrece la posibilidad de encargar tus dispensadores personalizados a partir de fotografías. Vamos, que si quieres puedes tener uno con tu cara. ¿Te animas?

Por todo lo escrito, no es de extrañar que Eduard Haas III fuera inmortalizado en la web CandyHallofFame tras su muerte en 1989.

¿Qué pasaba por la cabeza de ese uno de cada diez dentistas que recomendaban chicles con azúcar?

Ah, los chicles.

Habrá quien piense que la cosa no da para mucho cuando en realidad son todo un mundo.

Algunos historiadores argumentan que los antiguos griegos y egipcios ya usaban ciertas formas de goma de mascar. Y retrocediendo aún más atrás, se sabe que en la prehistoria ya se tenía la costumbre de masticar ciertas resinas sin ánimo de tragarlas para beneficiarse de los efectos medicinales de algunas plantas. Pero en este sentido, los reyes del tema son los mayas, pues en los tiempos de la América precolombina encontramos que esta cultura usaba la planta conocida como chicozapote (manilkara zapota) para elaborar chicles artesanales con que aliviar la sed o limpiarse la boca antes de los rituales y ceremonias. De hecho, la palabra chicle proviene del vocablo maya sicté ya’ que describe el acto de masticar.

Fruto del árbol chicozapote.

Desde entonces y hasta nuestros días, pasando por las primeras gomas de mascar comerciales que se vendían en Nueva Jersey allá por el año 1871 (antes de que Thomas Adams tuviera la idea de añadirles esencia de regaliz para darles sabor), no cabe duda de que este producto se ha convertido en algo de lo más popular. Y la época de los años ochenta y noventa en España no fueron una excepción al encontrarnos no pocas marcas que ofrecían toda una variedad de formas y sabores.

Sin más preámbulos, echemos un vistazo a algunos de los más entrañables chicles de nuestras infancias.

¿Cuál era tu favorito?

-Bang Bang: La publicidad televisiva de los ochenta nos prometía “chicles blanditos blanditos con un sabor largo laaargo que dura y dura”, mientras que en los noventa se nos trataba de convencer de que esta goma de mascara era “un chicle diez para chicos y chicas diez”. Y en verdad su sabor era bastante duradero. Pero si hay algo claro en este producto de la ya mencionada General de Confitería, es que Bang Bang era el preferido por los aficionados a hacer pompas, pues la consistencia de estos cuadrados dulces los hacía fáciles de masticar al mismo tiempo que sus pompas podían hacerse lo suficientemente grandes como para que te animaras a seguir soplando a riesgo de salir volando o que te cubriera toda la cara al reventarse.

Pero no solo eso, pues al crear estos chicles también se noto una intención de ofrecer una mayor variedad de sabores al público que fuera más allá de los clásicos menta o fresa, encontrando así sabores tan variopintos como el de pica-pica o fizzy, lima-limón, chocolate, o incluso mezclar sabores como cola y lima o fresa y plátano.

¡Jefe, un Bang Bang de fresa con plátano y cinco gusanitos!

Pero siendo una de las marcas favoritas de tantos, ¿Cómo es posible que se dejaran de fabricar? Pues me temo, oh buena persona lectora, que tenemos que entrar en el pantanoso terreno de las suposiciones y teorizar que en cuando la empresa Wrigley compró General de Confitería/Joyco, decidió que no valía la pena mantener dos marcas de chicles con azúcar (Boomer y Bang Bang) que eran propiedad de su reciente adquisición, por lo que presuntamente se quedó fuera la que daba menos beneficios.

Vale que una empresa debe mirar por sus intereses, que los de abajo no tienen culpa de las decisiones directivas y que la gente que trabaja en ellas se gana así los garbanzos… pero entre la desaparición de los Chimos y los chicles Bang Bang, los de Wrigley se lucieron oiga.

   Boomer: No podían faltar de ninguna manera. Vamos, es pensar en chicles de aquellas décadas y enseguida vienen a la mente los Boomer. Ya sabes… “El super chicle, con mucho mas chicle, ¡bom, bom, bom, bom, BOOOMER!”.

  Con piezas individuales de mayor tamaño respecto a la competencia, pero al mismo precio de un duro, esta marca no solo tenía el atractivo de tener su propio super héroe que daba nombre a estos chicles, sino que su extensa variedad de sabores era algo sencillamente alucinante que no se ha vuelto a repetir:kiwi, frutas del bosque, mandarina, melocotón, manzana ácida (este me encantaba), los clásicos menta y fresa, coco, melón, cola, sandía, plátano, natillas… ¿natillas? Po zi. Natillas. Vamos, un chicle sabor a natillas, ¡es que se le vuela a uno la cabeza recordándolo!. Eso por no hablar del impresionante formato Kilométrico Boomer, que por cierto sigue estando a la venta con el nombre de Maxi Roll Boomer.  

No debí comprarme los gusanitos…

  Con todo lo dicho, de nuevo toca preguntarse… ¿como demonios se borraron del mapa si molaban tanto?

  Algunos aseguran que la desaparición de estas gomas de mascar es a consecuencia de que el cambio de cinco pesetas a cinco céntimos de euro en su precio pasó factura, otros que  los chicles sin azúcar les barrieron, y unos más que quizás fuera cosa del cambio de envoltorio. Pero me temo que la explicación es tan triste como sencilla, ya que por desgracia, otra vez nos encontramos con un producto de la desaparecida General de Confitería/Joyco, que si bien logró mantenerse durante más tiempo en el mercado que los Bang Bang, a la larga también terminaron sucumbiendo tras el cierre de su fábrica en Tarazona (Zaragoza) por parte de… si…has acertado: Wrigley.

 Y eso que se han inentado poner de nuevo a la venta mediante peticiones en la web change.org que, desafortunadamente, no sirvieron de mucho.

  ¡Desde aquí, propongo la idea del hashtag “#QueVuelvanlosChimosylosBoomer” en las redes sociales! Al fin y al cabo, la forma más rápida y eficaz de no lograr algo es rendirse.

  Lo cual es aplicable para todo en la vida… incluso las chuches.

  Bubbaloo: Cada uno de estos valía 10 pesetas, por lo que más de uno se lo pensaba a la hora de comprarlos con tal de administrar mejor la paga. Pero desde luego estos chicles tienen una curiosa cualidad que le diferencia de todos los demás por ser los primeros que venían rellenos de sirope. Vamos, que al empezar a masticarlo produce una sensación bastante curiosa en cuando el líquido se desparrama por toda la boca. Y aunque el más conocido sea el de fresa, también se puede encontrar Bubbaloo con sabor a piña, plátano, cola, menta, mora, hierbabuena o tutti frutti, aparte que de sabor esta bastante bueno y sigue a la venta.

Asqueroso… ¡pero sabroso!

  Fabricado por la empresa Cadbury Adams (antes conocida como Cadbury Schweppes y fundada en 1783 por el suizo Jacob Schweppe), este peculiar chicle empezó a comercializarse en Brasil allá por el año 1983 antes de expandirse por América Latina y hasta cruzar el charco para llegar a nuestro país. Mostrando desde el principio al gato Bubba como principal mascota, apareciendo tanto en los envoltorios como en alguno de los anuncios televisivos que pudimos ver a mediados de los noventa.

  Cheiw Junior: Hay dos cosas sobre las que la humanidad no parece hallar consenso en cuanto a su pronunciación. Una de ellas es el dios cósmico Ctulhu, creado por el escritor H.P.Lovecraft, y la otra es el nombre de este chicle. ¿Se dice chiu, cheu, cheiu, chei, cheiv?… ni idea, porque cada cual y cada cuala lo decía de forma distinta. Incluso en sus distintos anuncios sonaba distinto, como en este que compuso el cantautor Juan Pardo: creador de varias sintonías publicitarias aparte de componer temas para varios artistas entre los que se encuentran Chiquetete, Rocío Jurado, Camilo Sesto o Luz Casal por citar algunos.

  Pero desde luego esta goma de mascar era otra opción de lo más popular que, por cinco pesetas en los ochenta (o una sola cuando apareció por primera vez en 1978), te llevabas un pedazo de chicle con sabor intenso aunque de poca variedad en comparación a los anteriores que hemos visto (menta, fresa, clorofila, fresa ácida y sanseacabó).

Que cada uno lo pronuncie como le salga, como se ha hecho siempre.

La compañía detrás de Cheiw no es otra que Damel Group, la cual empezó con una pequeña pastelería de Elche que abrió sus puertas en 1860 para pasar posteriormente a ser propiedad de los hermanos José, Vicente y Luis Torres Fenoll, quienes hicieron crecer este pequeño negocio hasta que a finales de los años cuarenta fundaron Damel Group y la convertirían en una empresa gigantesca propietaria de marcas como Snipes o Pectol.

Desgraciadamente, la crisis de los años ochenta les pudo y a los hermanos Torres Fenoll no les quedó otra que vender Damel Group a la empresa sueca Procordia Foods, propiciando así que los chicles Cheiw desaparecieran en 1998.

Y a pesar de todo, la vida sigue siendo una Fiesta

  Ya que empezamos este viaje a través de las chuches de nuestras infancias relatándote cuanto me gustaban las desaparecidas canicas de caramelo Fiesta, me parece de lo más adecuado que nuestra última parada sea precisamente para que recordemos las golosinas tan icónicas que nos sigue brindando esta marca. Como los Fresquito (estos míticos sobres de un caramelo con palo que embadurnar de pica pica antes de saborearlo), las piruletas en forma de corazón, sus muchos regalices de sabores, los caramelos blandos Lolipop, o los muchifamosos Kojak de chicle recubierto en caramelo, bautizados con este nombre en honor al personaje del teniente inspector Theodore Kojak (interpretado por Telly Savalas), quien protagonizaba la serie homónima emitida a mediados de los setenta y se pasaba todo el rato comiendo chucherías pese a su fama de tipo duro.

El caramelo y su inspiración.

  Y eso solo por citar algunos de los muchos dulces de esta marca.

  En esta ocasión, nos tenemos que dirigir al Puerto Rico de los años cuarenta, momento en que José Ángel Mayoral incentivó el cultivo de caña de azúcar con tal de fundar la empresa Fiesta e iniciar la producción de sus primeros caramelos.

Piruleta con forma de corazón Fiesta. Si es que los clásicos nunca fallan…

  Ni que decir que las cosas le iban viento en popa. Llegado el año 1965, el amigo José Ángel decide mudarse a la localidad madrileña de Alcalá de Henares junto con su empresa para iniciar la expansión de la misma en nuestro país. Y aquí creo que debo disculparme por no poder contarte más al respecto… pues por más que he buscado, no encontré nada más acerca de este buen señor ni de como Fiesta ha logrado convertirse en una empresa líder del sector con presencia en cerca de treinta países actualmente. Aunque me consta que sigue creando nuevos productos en forma de bollos con chocolate, galletas y gominolas.

  Vamos, que esta Fiesta no hay quien la pare.

  Y hasta aquí llega este post.

  Pero no te creas que el tema acaba aquí ni mucho menos, pues he tenido que dejar algunas golosinas en el tintero para no alargarme demasiado. Pero de ningún modo me olvido de los Peta Zetas (¿recuerdas su crepitar cuando tocaban la lengua?), nubes o jamoncillos, los míticos Drácula de Caramelos Cerdán, los cigarrillos de chocolate, los PushPop, las cantimploras de jarabe, ni los Palotes (propiedad de la ya mencionada Damel), las regalinas… Vamos, ¡que aún quedan la tira para un hipotético segundo post sobre el tema!

¡Al rico Drácula!

  Eso por no hablar de las patatas fritas y snacks salados.

  Aunque esta… es otra historia.

  ¿Pero qué me cuentas tú al respecto? ¿Cuál eran tus golosinas favoritas? ¿Hay alguna en especial sobre la que crees que debería haberte escrito? ¿Te gustaría que siguiera con el tema en futuros posts? Como siempre, ya sabes que la Caja de Comentarios está a tu entera disposición para todo aquello que quieras compartir al respecto del viaje a través del tiempo que acabamos de realizar y que me encanta leerte.

  Como Recomendación Especial, te animo a que visites la web RetroChuches.Com, en la cual podrás encontrar a la venta muchos de los dulces que hemos comentado, así como todo un surtido de pequeños juguetes clásicos rescatados de los quioscos de antaño, packs especiales y mucho más. Debo decir que mi experiencia al hacer algunas compras a través de esta página ha sido más que satisfactoria, cuentan con una cuidada atención al cliente y es una muy buena manera de volver a disfrutar tantas de aquellas delicias de los ochenta y noventa que, aún estando a la venta actualmente, cuesta de encontrar en tiendas físicas.

  De verdad que vale la pena echarle un vistazo.

Esta gente sabe lo que se hace. En serio.

  Por otra parte, no puedo dar por terminado este post sin enviar un Agradecimiento Muy Especial a PresstartCook, que además de llevar una increíble bitácora que fusiona la noble afición de los videojuegos y el buen comer con sorprendente genialidad (en serio: lo que hace su blog no lo hace nadie más ¡Es digno de verse!), me ha dado la idea para el presente post que acabas de leer. ¡Mil gracias chavalote!

Si aún no conoces este blog, no sabes lo que te pierdes. ¡Qué crack!

  Como Recomendación de la Semana, quería hablaros nuevamente acerca de una de estas iniciativas solidarias que tanto me gustan, y que vienen a señalar que el frikismo no es incompatible (ni mucho menos) con realizar buenas obras que benefician a quienes más lo necesitan. Me estoy refiriendo a VIDEOJUEGOSPORALIMENTOS.ORGuna asociación sin ánimo de lucro que cambia videojuegos y periféricos a cambio de alimentos no perecederos para repartir entre las familias en riesgo de pobreza o exclusión social. Nada de dinero. Solo kilos de alimentos y te llevas un juego para casa, además de contribuir a una noble causa. ¿Qué más se puede pedir? En su web podréis encontrar una amplia descripción de su actividad así como su presencia en próximos eventos para que puedas ir a hacerles una visita.

  De nuevo, quiero recordarte que tú eres la otra mitad de este blog, y sin ti no existiría Tallopis-escribe¡GRACIAS POR ESTAR AL OTRO LADO DE LA PANTALLA!

También quiero mandar un AGRADECIMIENTO ESPECIAL a todas las buenas gentes lectoras de bien que colaboran con el blog a través de la CAFETERÍA DE TALLOPIS-ESCRIBE, comprando mi libro de relatos cortos de ciencia-ficción <<Los Otros Tú>> o mi nueva novela <<Wae’hazu: El libro de Niel>>. ¡¡Mil gracias por vuestro apoyo y ayuda en lograr que esta bitácora salga adelante!! Todo lo aportado servirá para sufragar los costes del blog, invertir en mejoras, novedades, y nuevos proyectos en los que estoy trabajando. 

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  Ánimo, salud, éxito y un abrazo bien grande.

Sin más que añadir, parto raudo y veloz a la búsqueda de un nuevo portal temporal-dimensional que traerte… aunque me llevaré una de estas para el camino. Hasta entonces, cuídate mucho y te deseo todo lo mejor.

Comments

  1. ¡Pero que entrada más dulce,compa! No veas cómo nos has desbloqueado recuerdos kioskiles al uso y esa administración de la paga semanal para adquirir y desgustar después nuestras chuches favoritas.
    Siempre nos han gustado los Kojak por ese sabor tan peculiar a piruleta y ese chicle eterno,añadiendo a nuestro top personal las lengüetas con pica pica, los sobres fresquito y como no tirando a lo salado los míticos Rufinos.
    Como echamos en falta poder ir a un Kiosko y adquirir esa chuches tan ricas a un precio decente y sobre todo preguntar al kioskero de turno que poder pedir o cuantas nos podíamos llevar con lo que teníamos en el bolsillo.
    De verdad,que nos ha encantando,sobre todo por darnos a conocer la historia detrás de muchas de estas míticas golosinas que nos han dado tantos dulces momentos.
    ¡Ah, y muchas gracias por nombrarnos al final de la entrada,ya que no esperábamos tal dedicatoria 😊😊!
    Un abrazote,compa y nos seguimos leyendo sin falta.

    1. ¡Bienhallado y siempre bienvenido señor Presstarcook!

      Me hace mucha ilusión que te gustara, la verdad, y que además te desbloqueara tantos gratos recuerdos. La verdad que el visitar a nuestros quioscos o tiendas habituales era toda una experiencia: el pasar un buen rato viendo que exquisiteces nos terminaríamos llevando y este momento de sacar un puñado de monedas varias para consultar con el «jefe» o quiosquero de rigor para cuando nos daban nuestras pagas… paciencia nos tuvieron que tener mientras hacíamos cálculos con nuestras pagas sobre el mostrador. Pero al mismo tiempo, ¿Cómo no dudar? Si es que había tanto para elegir que a veces era todo un problema, y si entramos en el terreno de los juguetitos como paracaidistas o canicas, cromos y el extenso terreno de los snacks salados con estos míticos Rufinos a la cabeza ya ni hablamos.

      Al contrario. Muchísimas gracias a ti por pasarte, el apoyo que das siempre a esta humilde bitácora, a comentarios tan geniales y llenos de buenas historias como los que me dejas siempre, pero sobre todo por darme la idea. Igual me he demorado un poco, pero créeme si te digo que todas las sugerencias que recibo de tantas buenas gentes lectoras las tengo presentes y anotadas para futuros posts.

      Un abrazo bien grande, nos seguimos leyendo… ¡y que vivan los «Fresquito» y los «Kojak»!

  2. Entré al post pensando en los caramelos PEZ y en los chicles Boomer, y voy y me los encuentro. ¡Grande Tallopis!

    También guardo bien recuerdo de los caramelos Drácula y los Kojak. Y por supuesto, las gominolas de todo tipo (que sigo comprando de vez en cuando) y los gusanitos, especialmente los Rufinos, que tenían un dibujo de Heidi en la bolsa, mis favoritos.

    Y por supuesto los Cheetos, los Fritos, Bocabits, Pelotazos, etc.

    Gran post señor, ¡Nos leemos en el siguiente!

    1. ¡Siempre bienhallado y bienvenido excelso Empepinao86!

      Vaya, pues me alegro de haber acertado cumpliendo con estas expectativas de chicles Boomer (que buenos estaban por favor) y los míticos caramelos PEZ. Sabía que de estos había una extensa variedad de dispensadores pero no me imaginaba que la cosa fuera para tanto :O, pues menudo mundarraco de coleccionismo hay con ellos.

      Desde luego que tanto los Kojak (que aún cae alguno de vez en cuando) como los Drácula están buenísimos. Pero los Rufinos eran otro mundo. Bueno, los Rufinos, Cheetos, Fritos, BocaBits y Pelotazos que tan bien comentas. Eso por no hablar de los kikos y pipas «Churruca», Drakis y Pandilla Drakis, los aros de maíz Risi, los Triskys que te dejaban los dedos pringosos de migas anaranjadas… tremendos todos ellos oiga. Si te soy sincero, la idea original de este post era incluir a ambos: dulce y salado, pero no me imaginaba que el tema fuera a dar tanto de sí, por lo que estos aperitivos que nos han acompañado en nuestras infancias en los cines o jugando a la consola igual se tienen que quedar aparte para un hipotético post dedicado a ellos. Que no veas si hay tela para cortar.

      Al contrario. Mil gracias a ti por pasarte, el gran apoyo que brindas a esta humilde bitácora y tu genial comentario.

      Un abrazo bien grande.

  3. Hola T.A.Llopis,

    que buenos recuerdos me han venido a la cabeza conforme iba leyendo el post. Recuerdos de como llamábamos a las tiendas o como eran algunas de las tiendas a las que íbamos a comprar y de como olían (algunas mejor que otras).

    Destacar la cantidad de chuminadas que vendían en las tiendas de chucherías, desde los cromos que estaban de época, sobres de Monta-man, soldadillos de plástico que al abrirlos la mitad parecía que se habían caído al brasero encendido, caretas ….

    Se me viene a la cabeza una chuche que yo siempre compraba, que eran los Maskys, una especie de palotes, más largos y aplastados, de apariencia similar a las lenguas de gato. A mi me encantaban.

    También al leer tu post, se me ha venido un recuerdo (fuera de las chuches pero tenía que ponerlo), colecciones de cromos de monstruos que la verdad, eran más cutres que el copón, pero que todos mis colegas coleccionábamos. Además a los monstruos les ponían unos nombres super ridículos como «el agusanado» o «el fantasma bélico».

    Muchas gracias por el post. Lo he disfrutado un montón.

    Saludos,
    Miwels

    1. ¡Bienhallado y encantado de saludarte estimado Miwels!

      Buah, es que estas pequeñas tiendas y quioscos con parte fundamental de la infancia de muchos. ¡Que de experiencias en estos lugares! Y si, algunas olían que daba gusto, a chuches frutales de todo tipo nada más abrías la puerta… y otras a Ducados o Celtas según le diera al «Jefe» del lugar. Eran otros tiempos.

      Ojo, que aquí has dado con un tema que da mucho juego con el tema de estas «chuminadas» varias. Aparte de estos soldados de plastiquete en horas bajas y las caretas de cartón, ha sido leerte y acordarme de los míticos paracaidistas o estos avioncitos de plastico que se lanzaban con un mini-tirachinas. En realidad eran juguetes de baratillo, pero anda que no lo pasábamos grandes con ellos. Aparte que en estas mismas tiendas también solían venderse las canicas o los trompos.

      ¡Madre mía, que pedazo de recuerdo me has desbloqueado! Me acuerdo de los Maskys (de la tristemente desaparecida Dulcicora si la memoria no me falla). La verdad es que estaban muy buenos. Y las lenguas de gato con pica-pica siguen siendo todo un vicio. Pero lo que también molaba mucho eran estas colecciones como la de monstruos que mencionas, la cual recuerdo con cariño porque sí eran cutrongos pero eran geniales (que grandes vuestros bautizos hacía estos seres terroríficos), y ya ni hablemos de «La Pandilla Basura» que dio tanto juego con su serie animada o película live action. Pensándolo bien, habían colecciones de cromos que eran bastante raras XD.

      Al contrario. Muchísimas gracias a ti por pasarte y muy especialmente por este comentario tan simpático tan lleno de bellos recuerdos que te agradezco compartas. ¡Me encanta cuando me explicáis historias como estas :D!

      Un abrazo bien grande.

Tus comentarios son más que bienvenidos.